Mendacidad
y representación parlamentaria
SERGIO TAPIA T.
Las declaraciones irreverentes contra nuestro Cardenal
Juan Luis Cipriani, por el congresista Otárola –quien dice ser católico–, amerita que me ocupe del tema.
Lo
declarado por Otárola –blindado por su
inmunidad parlamentaria–, es una incomodidad grave e inoportuna que hay que
aguantar.
Otárola
imputa graves delitos a la persona de Juan Luis Cipriani, cuando ejerció el
cargo episcopal en la Arquidiócesis de Ayacucho. Lo calumnia a través de El
Comercio, afirmando que: (1) “En
Ayacucho permitió torturas a sacerdotes y demócratas so pretexto de combatir el
terrorismo”, y (2) “Él
fue cómplice de las torturas que se cometieron durante ese régimen” (se
refiere al gobierno de Alberto Fujimori).
Otárola
sabe que lo que dice es mentira. Si fuera cierto, debería haber asumido –digo
yo– la posición de denunciante judicial. No lo ha hecho, tras más de 20 años de
esos sucesos que actualmente imputa con mezquindad.
Concluye Otárola:
“Es triste para nosotros los católicos
tener un Cardenal vinculado a esas torturas.” ¿Será católico? o ¿es otra
mentira? ¿Qué tristeza, a los católicos, puede ocasionar el Cardenal que
tenemos?
Si lo de las
torturas fuese cierto ¿por qué Otárola fue incapaz de cumplir con su deber
ciudadano? Debió denunciarlas, y ¿por qué no es capaz de cumplir con su deber
parlamentario? Él mismo debe investigar.
De haber
revocatoria de congresistas, Otárola podría ser uno de los revocados por la pésima
representación nacional que ejerce de los ciudadanos de un pueblo mayoritariamente
católico.
Publicado
en el diario “La Razón”, Lima, jueves 4 de abril de 2013, pág. 8
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