El padre
Jorge Grasset
SERGIO TAPIA T.
“El hombre no dura (…), el hombre pasa” Salmo 39
Modelo de encarnación de principios: Ese es el padre
Jorge Grasset.
Donado
por entero a extender el Reino de Cristo, mantuvo un promedio de 200 días al
año predicando retiros, era maestro espiritual de los ejercicios espirituales
de San Ignacio.
Fue
de los adolescentes franceses que vivieron y murieron a causa de la segunda
guerra mundial y de sus terribles consecuencias tempranas. Amaba delicadamente
a su patria y la hacía admirar a sus interlocutores.
Deambuló
apostólicamente por España y Sudamérica, donde la Providencia lo requirió. Varias
veces visitó el Perú. Admiraba a Santa Rosa de Lima, aquel tesoro espiritual que
por tener tan cerca, los limeños descuidamos.
Se concentraba
en lo esencial, sin caer en la vorágine de lo urgente. Encarnó las cualidades para
asesor eclesiástico de laicos. A eso destinó su vida, larga, por 91 años.
Sirvió
a la obra para la edificación de la “Ciudad Católica”, con el lema: Formación doctrinal
para la acción eficaz.
Logró
extenderla en Europa y América. Sabiendo distinguir el celo por las autonomías,
logró articular una diversidad de institutos de formación doctrinal, uniéndolos
por la doctrina y descartando el efímero caudillismo personalista. Contribuyó a
perfeccionar las metodologías eficaces para la acción social restauradora de la
Cristiandad.
Él, se
reservó la labor de conversión profunda y duradera de sus allegados.
Falleció,
en Argentina, el día de los Ángeles Custodios, cuya devoción difundió a tiempo
y a destiempo.
Publicado
en el diario “La Razón”, Lima, jueves 11 de octubre de 2012, p{ag. 6
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