Política
y Religión
SERGIO TAPIA T.
La
persona humana es portador de valores eternos. Naturalmente fluye en ella la
necesidad de creer en lo trascedente.
El
ser humano no sólo actúa en función de conocimientos rigurosamente racionales, también
lo hace por emociones, y hasta puede actuar por impulsos ideológicos (la
ideología exige adhesión de fe, es creencia fanática).
La
persona es un ser inteligente, que puede y es capaz de conocer. Que es libre, y
por tanto puede determinarse, frente a los demás, frente a lo demás.
La persona humana actúa en un medio social, y según los conocimientos
que posee. Lo que sabe le asegurará acierto en su conducta, o el despeñadero
vital.
El ser humano tiene varios niveles de conocimientos,
escalonados y jerárquicamente armonizados entre sí.
En él priman sus convicciones religiosas, en las que cree
por adhesión voluntaria, y por ellas se conduce éticamente. Tiene conocimientos
filosóficos, por los que conoce las esencias, los universales, las categorías
del ser, etc. Posee conocimientos científicos, que le proporcionan beneficio por
su utilidad práctica. Ejerce habilidades técnicas, las que le permitirán
obtener lo útil del conocimiento científico.
Los conocimientos religiosos, filosóficos, científicos y
habilidades tecnológicas, están sostenidas por la Moral o Ética (sinónimos),
que es la ciencia cuyo objeto es conocer el Bien y el Mal, para que con
utilidad práctica, realizar el bien y evitar el mal.
Hay un control ético de las religiones, un control moral
de las corrientes filosóficas, hay límites morales en el uso de los
conocimientos científicos y de las habilidades técnicas.
Porque el ser humano es una persona eminentemente ética.
Es un ser inmerso en la moralidad, por sus conocimientos, por sus intenciones y
por sus actos.
La coherencia es la armonía, por eso la persona ordena
jerárquicamente sus conocimientos. Su memoria no es un costal de contenidos
revueltos.
Todas
estas razones nos conducen a calificar de muy extrañas e incomprensibles las recientes
declaraciones de la Ministra de Trabajo, Ana Jara, quien se ha atrevido a decir
que “la religión y las políticas públicas
van por cuerdas separadas”. Con ocasión del repudio que en defensa de la
vida del concebido, se viene expresando desde la Sociedad Política por la
usurpación de funciones de la Ministra de Salud, al aprobar por sí y ante sí
regulaciones que intentan despenalizar el delito del Aborto Terapéutico.
Las
políticas públicas son expresión de las ciencias políticas, y éstas están al
servicio del bien común, y deben de responder a las demandas que la población
legítimamente hace al Estado
¿Para
qué nuestra Constitución Política, en sus dos primeras líneas, invoca a Dios
Todopoderoso? Y ¿por qué sus artículos 2-2, 2-3, 2-18, 14 y 50? Que conteste la
ministra Jara.
Ella
debe de pedir perdón al país. Porque ella tan sólo ejerce una responsabilidad
política, y no debe de olvidar que el poder emana del pueblo, y el pueblo del
Perú es creyente, porque tiene fe religiosa.
Publicado
en el diario “La Razón”, viernes 11 de julio de 2014, pág. 6
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