Políticos
modelo “Catilina”
SERGIO TAPIA T.
“No hay nada nuevo
bajo el sol”, se sentencia en la Biblia (Eclesiastés 1, 9). Y, es en los
libros de las Sagrada Escritura donde leemos que, después de la rebelión del
hombre contra Dios, se incurren en los más atroces crímenes y perfidias de lo
que son capaces de producir los seres humanos entre sí.
La enseñanza de Santo Tomás de Aquino sobre el efecto que
causa la corrupción de lo mejor, que es lo peor. Ayuda a explicarnos por qué los
ciudadanos son más sensibles a la indignación cuando observan el anti-testimonio
de los que ejercen autoridad, como un policía ladrón, un fiscal insensato, un
juez caprichoso e injusto. Y, de manera especial, un político no portador de
valores y carente de prudencia.
Rastrear la Historia es una práctica provechosa, y si nos
trasladamos a la época de la República Romana, 63 años antes del nacimiento de
Jesucristo, tendremos ante nuestra mirada el modelo del anti-político:
Catilina.
Descendía de una de las cien primeras familias de Roma;
pero ya venida a menos, por mediocridad y falta de talento. De joven hizo buena
carrera, militar y política, pero ambicionó más y quiso ser “cónsul” de Roma.
La
época romana que le tocó vivir a Catilina fue la República, sistema que
confiaba su gobierno a dos cónsules elegidos anualmente por el Senado.
Catilina
perdió una elección tras otra, y embriagado por la ambición, decidió probar los
medios ilegítimos para la toma del poder: la revolución y la conspiración.
Para
toda aventura siempre hay compañeros de ruta, y Catilina tuvo los suyos:
Confabuló contra el orden republicano, formó un ejército revolucionario y se
alzó en armas contra Roma. Pero, en una sola batalla fue derrotado, muriendo él
en ella.
¿Quiénes
fueron los socios de Catilina? Gente rica endeudada, algunos ambiciosos como
él, también los arruinados que esperaban beneficiarse con algún cambio, y no
faltaron ni delincuentes ni libertinos.
Catilina es el modelo del anti-político: Empeñoso para
obtener sus propósitos, pero como dice Salustio: “de carácter malo y depravado”. Arriesgaba por temerario, simulaba
y disimulaba para engañar a los demás acerca de lo que realmente apetecía.
Con facilidad de palabra, pero de contenido embustero.
Carecía de sabiduría y le sobraba elocuencia. Eficaz armador de jugadas
políticas, pero mal funcionario. Preocupado de su propio bien, e imprudente de
las consecuencias de su conducta sobre el bien común de la sociedad.
Los ciudadanos deben ser cuidadosos en el acto de
seleccionar a sus autoridades. Quien sólo es elocuente, pero carente de
valores, decae en ser lo contrario a un político. Será un anti-político, un
populista, un demagogo. Será, una vez más, otra frustración; será otro Catilina.
Hay
que levantar al Perú, eligiendo bien, para que el anhelo sincero y profundo de
nuestro pueblo sea realidad: Tener políticos legítimos, ocupados en la
sabiduría y el arte de gobernar bien y de servir mejor.
Publicado
en el diario “La Razón”, Lima, viernes 8 de agosto de 2014; pág. 6
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