¿DDHH para encubrir tropelías?
SERGIO TAPIA T.
La
reciente aprobación del Proyecto de Ley para instaurar el aborto sin
restricción alguna, en Argentina, a la sola solicitud de la gestante, pagado
por el presupuesto público, cuya atención será atendida en un máximo de cinco
días y con amenaza de sanción penal a los médicos para impedirles ejercer la objeción
de conciencia por sus principios morales o religiosos: Se ha consumado alegando
que es un derecho de la mujer desalojar al ser humano que anida en sus
entrañas. Pero, al abortado, ningún derecho, ningún tutelaje.
Con
ese tipo de leyes, habrá países que engrosarán el menú de plaza turística para
prestación de singulares servicios, en este caso, el aborto fácil y gratis. Se
sumará a la cartilla del turismo mundial que busca matrimonios y divorcios
relámpagos, legalidad para vientres de alquiler, como para el vicio del juego,
la explotación de adolescentes y niños para prostituirlos, así como el libre
consumo de drogas y hasta el derecho exigible al Estado para que les administre
la dosis cotidiana.
Vivimos un cambio de
época, cuyos grandes rasgos fueron trazándose a lo largo de esa centuria cínica
que fue el siglo veinte. En la que se dedicaron a cantar la paz entre los
pueblos, la prosperidad de las naciones y el amplio desarrollo social y
económico humano. Pero sin ninguna eficacia. Resultando el único siglo de la
Historia con dos guerras mundiales en una diferencia de 20 años, de centenares
de conflictos localizados, de terribles guerras revolucionarias y de sangrienta
actividad terrorista ideológicamente motivada.
Siglo de persecuciones
religiosas con alta mortandad, que no cesan y que se extienden por todos los
confines. Siglo del que la democracia no tiene que enorgullecerse, pues la
mitad del mundo vivió subordinado a la crueldad de los dictadores comunistas y
nazi-fascistas. Siglo para lamentar la mucha estafa moral y la poca veracidad, en
el que sistemáticamente se atropelló sutil como cínicamente.
El siglo XX fagocitó, por
ideología y pasiones irracionales, a 130 millones de seres humanos mediante guerras
promovidas, delincuencia impune, estimulación del aborto y la eutanasia.
Ese es el “terreno” sobre
el que se edifica nuestro siglo XXI. Pisamos sobre suelo pantanoso, fruto de la
ruindad humana, saturado de vicios, carente de élites culturales y de liderazgos
éticos. Por eso, nada nos debe sorprender. Lo de Argentina, no tenemos derecho
a quejarnos, no deben haber lamentos.
Debemos erguirnos, como
buenos batalladores. Seguir luchando con más brío. Y, así esperar que en el
Senado termine bien, lo que tan mal empezó en Diputados.
Pero, los oleajes
salpican. Algo llegará a nuestras orillas político-culturales. Porque similares
ideologizados y extraviados morales pululan por aquí. Sufrimos una sobreproducción
de desorientados pasmarotes, que son fáciles prosélitos de cualquier argumento
novedoso. Que no se resisten a ser conducidos como hombres-masa, que son
fáciles presas de un sistema de estímulos psico-activadores, que de seguir con
vida Pavlov, se hubiera regocijado por la validación de sus experimentaciones en
tan gran escala social.
Estamos obligados de
cuidar nuestro hogar nacional. En esto somos insustituibles. No hay quien nos
reemplace. Tenemos el deber de asegurar eficacia en nuestra acción. Superando egoísmos
liliputienses, y fortaleciéndonos en torno a lo que nos une.
Para la restauración
moral y político-social, que el Perú hoy nos reclama, todos siéntase convocados,
nadie es discriminado.
Pero, quien se crea
limpio para tirar piedras de discordias, e intente quebrantar la militancia en
la unidad por el interés común, su actitud lo autoexcluye.
Publicado en el diario “La Razón”, Lima, viernes 15 de junio de 2018, p.
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