Fracaso
y arrogancia de Ollanta Humala
SERGIO TAPIA T.
Gobernar
una nación es un asunto serio. No es deseable que la conducción de un pueblo
sea asumida por quien no está debidamente preparado para resolver, sin engaños,
hasta las mínimas exigencias del bien común concreto.
Ollanta
Humala llegó al poder político tras una serie de brincos. La condición de
militar en actividad, en sus primeras etapas político-partidarios, le fue útil
para disimular y ocultar sus carencias y déficit de líder político, por la suplantación
que logró su hermano Antauro, militar en retiro.
En las
dos campañas electorales (2006 y 2011), Ollanta irresponsablemente hizo propuestas
infinitesimales, populistas, demagógicas y estatistas.
Fue electo
presidente, no por su plan de gobierno “socialista-chavista”; sino porque
abjuró de él. Para hacerse del poder, el socialista Humala aparentemente se
convirtió al liberalismo económico, mediante “La Hoja de Ruta”, bajo la asesoría
y garantía personalísima del hoy octogenario enamorado, Mario Vargas Llosa. Quien
es el difusor de una nueva “prudencia política”: Antes cualquiera al poder,
pero no el fujimorismo.
Humala
en cuatro años de presidente ha logrado efectos que sólo favorecen a la
subversión: (1) Paralizó el desarrollo económico; (2) Desánimo los nuevos emprendimientos
privados; (3) Creo condiciones de inseguridad, abandonando al país al
terrorismo mafioso del sicariato y la delincuencia generalizada; (4) Empoderó a
los grupos radicales, que se dedican a expulsar empresas privadas de los territorios
concesionados por el Estado; (5) Ausentó al Estado favoreciendo al
narcotráfico; (6) Protege la corrupción en sus propios cuadros, y persigue implacablemente
a sus enemigos políticos.
Durante
la semana la figura presidencial se sobredimensionó, es un natural efecto de
nuestras Fiestas Patrias. Ollanta Humala se mostró como un fracasado arrogante,
carente de vergüenza propia de cómo deja al país su irresponsabilidad
gubernamental.
Publicado
en el diario “La Razón”, Lima, viernes 31 de julio de 2015, pág. 6
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