Otros holocaustos
SERGIO TAPIA T.
La palabra holocausto tiene reminiscencias
de la religión hebrea, para significar que la víctima propiciatoria era
destruida enteramente para fines del culto sagrado, lo que regularmente se
obtenía quemándola por completo, para que nada de ella quedase preservada.
Para el cristianismo, holocausto es
el de Jesucristo, quien se ofreció como víctima propiciatoria voluntaria –y ciertamente
inocente- ofreciéndose para la redención de muchos seres humanos, verdaderos responsables
de sus faltas y desviaciones, pero que arrepentidos obtienen así la
misericordia en la reconciliación. Esta total abnegación, la total renuncia a
sí mismo en favor de otros es otra de las acepciones que recoge el diccionario
de la Real Academia de la Lengua.
Además, se registra un tercer
significado, holocausto es también una gran matanza de seres humanos, acaecida
en el contexto de un conflicto armado, sea en una batalla o un asalto bélico.
La segunda guerra mundial, de la que
rememoramos en agosto los 71 años de su conclusión, nos evoca los persistentes
holocaustos causados por las ideologías en pugna, siendo el de mayor
insistencia la persecución racial desatada por el nacional-socialismo alemán
que asoló durante la primera mitad del siglo XX contra polacos católicos, minorías
etnolingüísticas gitanas y judíos genéticamente considerados, no por sus
creencias religiosas (razón por la que sucede el sacrificio de Edith Stein, judía
convertida al catolicismo y religiosa en las carmelitas de clausura).
La ideología comunista también es
responsable de diversos holocaustos, en Europa y Asia; antes, durante y después
de la guerra mundial.
El bando ideológico liberal también produjo
holocaustos. En Europa la tormenta de fuego causada por la aviación anglo-norteamericana
sobre la ciudad alemana de Dresde, en febrero de 1945, quienes mediante
dispositivos incendiarios literalmente quemaron a la población civil ahí residente.
En Asia, exclusivamente, de responsabilidad de los norteamericanos, fueron las
bombas atómicas en las ciudades civiles y de importante población católica, de
Hiroshima y Nagasaki. Fueron otros holocaustos, para terminar la guerra, bajo
la amenaza tan altamente disuasiva de exterminar la población civil japonesa.
Luego, se realizaron los juicios de
Nüremberg y los menos conocidos del Tribunal de Tokio, para juzgar sólo a los políticos
y militares, médicos y jueces de las naciones vencidas. Discriminación no sólo de
origen (porque no se aplicó ni a soviéticos ni franco-anglo-americanos), que
aún continúa hoy, cuando los principios de Nüremberg suelen aplicarse sólo contra
militares que combaten la subversión comunista y no igualmente a los
revolucionarios y subversivos, a quienes se les concede el trato preferente de
una distorsión de los verdaderos derechos humanos.
Publicado en el diario “La Razón”,
Lima, viernes 19 de agosto de 2016, pág. 6
Blog (colección artículos publicados en La Razón): http://sergiotapiatapia.blogspot.com/
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