Inhumanidad y DDHH
SERGIO TAPIA T.
Si la ley (y con ella las
constituciones políticas, así como las sentencias judiciales nacionales o
internacionales) se redujera a ser sólo una arbitraria decisión de quien tenga
atribución para aprobarla, se pondría muchísimo en riesgo, por cuanto podría
volverse legítimo hasta lo que por naturaleza es repudiable.
La subordinación a la realidad de lo
que el ser humano es, por propia naturaleza conocida mediante la ciencia, es el
fundamento más sólido de la acertada formulación de los derechos humanos, o
derechos fundamentales de la persona humana. Porque el derecho no es una
carrera frenética de leyes que inventan lo que la persona debería ser, según la
concepción ideológica del autor de la ley. El derecho es el reconocimiento de
la realidad que surge de la naturaleza de la persona, y ésta objetivamente
captada con la ayuda de los conocimientos objetivos de la ciencia.
Sin embargo, hoy, por desgracia, observamos que la ley (tanto
la que se elabora en el parlamento en las naciones, como la ley internacional
que se expresa mediante los tratados aprobados por plenipotenciarios que representan
gobiernos de Estados), viene desquiciándose de su recto origen y leal
finalidad, al estar sometida a los vaivenes de las ideologías de turno.
La ideología es de por sí, una deformación en la captación de
la realidad, debido a la prejuiciosa manera de entenderla. Las ideologías son
producto del racionalismo, y éste tiene como fruto comprender la realidad sólo
como formulación de ideas subjetivas negadoras y contradictorias de la realidad
objetivamente aprehendida.
Las ideologías históricamente han sido tres, todas nacidas o
culminadas en la edad contemporánea: El absolutismo monárquico sirviente del
deformante principio del derecho divino de los reyes, que erigió a los monarcas
como soberanos con derecho irrestricto a conducir los Estados como les diera la
gana; el liberalismo consagrante de los derechos absolutos del individualismo
antisocial, cuya expresión aún subsistente es el capitalismo salvaje, y los
socialismos que son una diversidad de ofertas que van desde el comunismo
desastroso hasta el nazismo, todo un abanico de sistemas antihumanos
consumadores de los crímenes más perversos.
Pero, hoy en día campea en los predios donde se elaboran las
leyes, una nueva visión racionalista y subjetiva, negadora de la realidad y
perversa contra la misma naturaleza humana: la ideología de género. Portadora
del reduccionismo sexual y el desquiciado invento de re-inventar el hombre como
a cada uno le dé la gana; heredera de las más infames caricaturas del ser
humano provenientes de las tres ideologías predecesoras. Es la que sostiene la
legalización del aborto, de la eugenesia y de la eutanasia; es la que nos
sorprende con las re-elaboraciones de lo que es el ser humano sin naturaleza
definida y reconocible y como resultado de una invención decidida subjetiva y
malsanamente, como lo es la que se expresa con la repudiable sigla de LGTBIQ.
La ley ha de ser el reconocimiento de la realidad del ser humano,
y no debe reducirse a convertirla en una re-invención del ser humano que
alguien quiere re-diseñar, porque sería lo más antihumano que podría ser
producido por el mismo hombre: la formulación de unos DDHH antihumanos.
Publicado en el diario La Razón,
Lima, viernes 4 de noviembre de 2016, pág. 6
Blog (colección artículos publicados en
La Razón): http://sergiotapiatapia.blogspot.com/
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