El Frontón: Cambiar la Historia para volver a juzgar
Sergio Tapia
Con los presidentes Paniagua y
Toledo (2000-2006), se produce una gran maniobra caviar que anuló las
sentencias condenatorias contra los terroristas que masacraron peruanos desde
el año 1980. Los terroristas fueron beneficiados con nuevos juzgamientos, con
la reducción de sus condenas. Algunos salieron de inmediato en libertad, otros
obtuvieron importantes reducciones de condenas a cadena perpetua pasaron a 20 o
25 años de penas.
Ya están saliendo, y seguirán saliendo, porque han pasado más
de 37 años del Inicio de la Lucha Armada,
que tanta sangre inocente derramó. Orgía de sangre de la que las izquierdas
peruanas aún no piden perdón al Perú.
La diferencia entre un terrorista y un caviar, es que el
primero empuña el arma o pone la bomba, y el segundo busca razones legales para
defenderlo.
En mayo de 1981 se realizó la IV Sesión Plenaria del Comité
Central del Partido Comunista del Perú (apodado “Sendero Luminoso”), en el que
se acuerda que los comunistas deben aportar “la
cuota” a la “Revolución”. Esa “cuota” no es dinero, es sangre. No la
sangre de los que “aniquilan”. Es la
sangre de los mismos militantes comunistas.
Abimael Guzmán en su “entrevista del siglo”, de julio de 1988,
dice: “… Marx nos ha armado, así como
Lenín, y principalmente el Presidente Mao Tsetung. Nos enseña lo que es cuota
(…) y se es capaz de enfrentar cualquier
baño de sangre (para el baño de sangre nos empezamos a preparar desde el año 81
porque tenía que venir” (“El Diario”, 24 de julio de 1988, p. 20). El
partido exige comprometerse con matar y con morir. Entregar la propia vida es
“la cuota” (ver: Gustavo Gorriti, “Sendero”, p. 171).
Abimael Guzmán exhorta a sus seguidores: “Llevar a vida en la punta de los dedos”. Para Marx toda moderación
conduce a la catástrofe del partido, para Lenín no sólo es necesario destruir
al enemigo sino que es preciso destruir al Estado. Para Gorriti “La ingeniería social marxista (…) empieza por una demanda de demolición
general” (Ibid, p. 172). El Partido Comunista del Perú (cuyo nombre no es
“Sendero Luminoso”), canta en sus himnos desde 1984: “Ahora la cuota hay que dar. Si nuestra sangre tenemos que dar por la
revolución, qué bueno será.”
Gustavo Gorriti, directivo del Instituto de Defensa Legal
(IDL), ONG que otorga auxilios legales a comunistas involucrados en actividades
terroristas, escribe: “La actitud de
enfrentamiento suicida previa a la masacre de los penales en junio de 1986 había empezado a definirse en mayo de
1981”. (Ibid, p. 182). Es curiosa esta lucha en el interior de la
conciencia moral individual de los caviares, no pueden dejar de reconocer la
violencia suicida de los seguidores de Abimael Guzmán, practicantes del
terrorismo de los 80s y 90s, pero no son capaces de reconocer la legitimidad de
la acción del Estado para reprimir mediante sus FFAA y policiales. La calificación
de “masacre” es trastocar los hechos
que realmente sucedieron en El Frontón, en 1986, debido al prejuicio ideológico
marxista de las izquierdas.
Hay otra coincidencia terrorista y caviar: El Partido de
Abimael califica de “genocidio”
cuando sus militantes mueren en un ataque terrorista, y hablan de “aniquilamiento” cuando asesinan a los
inocentes peruanos. Los caviares rechazan la defensa contra el terrorismo
calificándola de “lesa humanidad” y “violación de los derechos humanos”.
La verdad de El Frontón, los días 18 y 19 de junio de 1986, es
que hubo un motín armado de internos, premeditado y planificado para matar y
para morir, por el Partido Comunista del Perú. Esto explica el rechazo a la rendición
y a la paz pedidas por el Poder Ejecutivo, el Congreso, el Ministerio Público,
el Poder Judicial, la policía, la Marina de Guerra y de todo el país.
Publicado en el diario “La Razón”,
Lima, viernes 29 de setiembre de 2017, p. 6
No hay comentarios:
Publicar un comentario