Religión
y Política
SERGIO TAPIA T.
La religión cristiana sufrió y sufre la más
cruel persecución que registra la historia, hay muchos mártires por el solo
hecho de ser creyentes. Por eso la Iglesia conoce y valora lo que es la
libertad religiosa.
La persecución en el Imperio Romano cesó en
los años 311 y 313. Con el Edicto de Tolerancia de Nicomedia, firmado por el
emperador Galerio, anticristiano cómplice del emperador Diocleciano. Y, con el
Edicto de Milán firmado por los emperadores de Occidente y de Oriente,
Constantino El Grande y Licinio.
Galerio dispuso que “pueden nuevamente los cristianos reconstituirse así como sus lugares de
culto, siempre que no hagan nada en contra del orden público”. Su edicto no fue un estatuto de libertad de cultos. Significó despenalizar
ser fiel cristiano. Tuvo como consecuencias poder profesar la fe, ir al templo,
participar en la liturgia, administrar sacramentos, conducirse a sí mismo y
educar a otros –a los suyos- inspirándose en la moral cristiana expresada en lo
público y privado; sin ser castigado por el Estado.
Constantino y Licinio tuvieron
ánimo pacificador, de armonizar a quienes ejercen la autoridad del Estado y a los
creyentes que conforman la Sociedad. Para la Filosofía Política, ambos, los que
ejercen autoridad y quienes no la ejercen, son principio o causa de que exista
la Sociedad. Son sus autores. Unos, principales (la autoridad), los otros supletorios
(los que no la ejercen). Pero, ambos, como autores, modelan su Sociedad.
El Edicto del 313 proclamó que “Habiendo advertido hace ya mucho tiempo que no
debe ser cohibida la libertad de religión, sino que ha de permitirse al
arbitrio y libertad de cada cual se ejercite en las cosas divinas conforme al
parecer de su alma (…) sea lícito a cada uno dedicar su alma a aquella religión
que estimare convenirle.” Este es el inicio de la
libertad de cultos, en nuestra Civilización Judeo-Greco-Latina-Cristiana, no
sólo legitimó al cristianismo.
Hay conmociones en las
relaciones Estado-Religión, que hasta hoy influyen negativamente. Como lo de Inglaterra
de Oliverio Cromwell (1599-1658) –el “dictador
regicida” según el filósofo David Hume (1711-1776)-. Quien negó el rol
público de las creencias religiosas, modelando hombres escépticos e intolerantes
en cuestiones religiosas.
También la
que se produjo en el siglo XVIII, en Francia. La Revolución persiguió por
motivos religiosos, causando el primer genocidio moderno que aún espera ser reivindicado
por la Historia, particularmente inferido en la población católica de Vendée.
Las violencias irreligiosas nutren a quienes se estiman “demócratas secularistas”, que reprimen todo
asomo público de identidad religiosa por parte de los demás.
Este
“laicismo” es despótico y totalitario,
porque al negar la expresión pública de las creencias religiosas, concluye adjudicándole
al Estado la función de la ética.
Así
¿se decidirá lo que es el bien y lo que es el mal, a través de los mecanismos
políticos: El partido de turno, el dictador perennizado, el voto inestable del
parlamentarismo o la sentencia bajo soborno?
Publicado
en el Diario “La Razón”, Lima, viernes 10 de octubre de 2014, pág. 6
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