De la Kulturkampf a la Lawfare
SERGIO TAPIA T.
En la amplitud de
contextos en los que se dan las relaciones humanas, existen algunas que motivan
a determinados individuos a satisfacer apetencias de poder, debido a desórdenes
morales y por causa de las distorsiones ideológicas. Son las conductas que
destruyen el orden social, el respeto de la persona, así como la concordia y la
paz.
Tras la Revolución
Ideológica Liberal, llamada Francesa, se instaura el Gobierno del Terror, con
la persecución de las creencias religiosas para la imposición de un remedo de religión
indeterminada, antidivina, no trascedente y manipulada por los que controlaban
el Estado. La pretensión era controlar la conciencia individual. Se intentó
establecer una era post cristiana. Fue un régimen perverso, de expresiones
terribles, duró poco más de un año, pero causó daño no sólo en la nación
francesa, debido a la expansión del influjo revolucionario, daño muy profundo y
tremendamente duradero.
En un subsiguiente siglo,
y en otra geografía, los políticos alemanes construyeron el Segundo Reich conducidos
por Bismarck, quien impuso la persecución a las ideas religiosas de un sector
numeroso del pueblo alemán. La “Kulturkampf”, la guerra cultural, fue
anticatólica, anti-polaca y anti-imperio austrohúngaro, y concluye en pro de la
social-democracia. Su espectro se proyectará en la construcción del Tercer
Reich de Adolfo Hitler, de similares características, además de las propias de
la ideología socialista del Nazismo alemán, que curiosamente dialectizó con la
social-democracia constructora de la República de Weimar. La palabra “Kulturkamf”
es un germanismo adoptado en el análisis de los procesos políticos culturales.
Entrado el siglo XX,
surgen las versiones operativas para la toma del poder del comunismo marxista:
el marxismo-leninismo, el marxismo-trotskista, el marxismo-maoísta. Se trata de
la conquista del Estado mediante todas las formas de lucha, esta será la única
norma moral admitida. El todo vale contra el enemigo de clase o contra el opositor
doctrinal, se impondrá mediante las guerras civiles, guerras internacionales,
revoluciones y luchas violentas; suscitando enfrentamiento con obreros, con
estudiantes o con pobladores de zonas económicas deprimidas. No ha habido siglo
más empapado de sangre, que el siglo XX revolucionado por el comunismo
intrínsecamente malvado, aderezado con el cinismo de otra ideología que no se
queda atrás en inhumanidad, como lo es el Liberalismo.
A finales del siglo XX se ponen de moda las
directivas revolucionarias de Antonio Gramsci, un marxista leninista italiano
de los años 20s. Que aporta modificaciones estratégicas a la revolución
comunista, que son redescubiertas cuando todos los regímenes comunistas se
desploman fracasados en el decenio de los noventa. El gramscismo es la guerra
cultural como sustitución de la vías violentas que gustaban practicar todos los
comunistas.
La guerra jurídica, para cuya
sinonimia se recurre al anglicismo “lawfare”
que es una contracción gramatical de las palabras "law” (ley) y "warfare”
(guerra). No tiene en consideración la guerra clásica, entre ejércitos nacionales
y de acuerdo a las reglas internacionales sobre conflictos regulares. No. Más
bien se relaciona al concepto de guerra marxista, irregular, con elementos de
ilegalidad y anti-humanidad, al igual que el terrorismo.
La "guerra jurídica" es la que aplican los denominados ONGs, que
son clubes del pensamiento ideológico marxista que utilizan, para la tarea
política, con el mayor cinismo e inmoralidad, la manipulación de las
investigaciones fiscales, los procesos judiciales y todas las formalidades de la
administración de la justicia, para producir sentencias canallescas,
violatorias de todo derecho humano y tergiversadoras de las más elementales
reglas del Derecho y la Justicia. Aplicadas con eficaces sicosociales y desde el
empoderamiento que les otorga algunos pliegues del Estado contaminados
ideológicamente, y sobre todo un sector de los medios de comunicación, los que
sorprendentemente suelen alistarse al servicio del poder de turno.
¿Qué podemos hacer frente a esta ola secular de revoluciones que se incrementan
en vigor y daño al paso del tiempo? Lo primero es conocer que este estado
revolucionario existe. Porque, la primera de las soluciones, es comprender el
mal, así como quien es el enemigo.
Publicado en el diario “La Razón”, Lima,
viernes 11 de enero de 2019, p. 6
No hay comentarios:
Publicar un comentario