Nuestro
infortunio político
SERGIO TAPIA T.
Cada
lustro adviene al poder un sector de nuestra desestructurada clase política. Y,
lo hace con pretensiones de conducir el país como novedosos descubridores,
emulando torpemente a Francisco Pizarro. Aducen que antes de ellos, nada ni
nadie ha gobernado bien. Y, con vil costumbre, no continúan la obra iniciada
por el gobierno que antecedió, y denuestan perversamente en agravio de los
funcionarios que los precedieron.
Es
la característica de liberales y rojo-caviares. Aunque estos últimos son inmisericordes
con sus opositores: Los rojos porque los asesinan y aman la violencia; los
caviares porque promueven mala prensa y manipulan los resortes fiscales y
judiciales para sus venganzas políticas.
El
embajador Julio Vargas Prada escribió un picaresco artículo rememorando como “nuestras” figuras “democráticas” fueron partícipes de los “cuartelazos” y golpes militares que sacuden nuestro escenario
político. La lista preminentemente la integraban José Luis Bustamante y Rivero (redactor
de la proclama golpista de Sánchez Cerro en 1930) y Fernando Belaunde Terry
(beneficiario del golpe militar de 1962-1963).
Igualmente,
los rojos y caviares se han beneficiado de gobiernos golpistas. El del izquierdoso
general Velasco Alvarado, de tan triste memoria para la economía nacional, fue
mesa servida para todos los mini-partidos marxistas peruanos (1968-1975).
También, en períodos “democráticos”, los
caviares se han servido (en plato hondo)
y han comido (con cuchara): Con Fujimori
en sus dos primeros años (1990-1992), los ocho meses de transitoriedad de
Paniagua (2000) seguido por la presidencia de Toledo (2001-2006). Y, para ser completo
no omito que los caviares “picotearon”
porciones del poder durante los dos gobiernos de Alan García (1985-1990 y
2006-2011).
Aliarse
con los rojos o con los caviares, no es políticamente aconsejable. Porque en el
poder sólo emprende su propia agenda, sirviéndose de los tontos útiles que los
convocan.
La
izquierda marxista peruana padece divisionismo, disuelve sus líderes y
militantes en variopintos mini-partidos, pero en perspectiva ideológica logran constituir
un movimiento revolucionario, triplemente peligroso: (1) A corto plazo compromete
la Seguridad Nacional por su inclinación a las vías violentas; (2) A mediano plazo
causa desdichas socio-económicas por su terquedad ideológica; (3) A largo plazo
son el caos socio-cultural, el que con experticia siempre producen.
Ollanta Humala es responsable de dos campañas electorales
virulentamente revolucionarias y demagógicas (2006 y 2011). De ambas surgieron
parlamentarios radicales, rojos, no caviares. Pero, la presidencia la ganó, en
el 2011, porque un sector liberal lo prefirió desechando el fujimorismo. Para
gobernar, Humala se distanció de los extremistas rojos y se rodeó de los
caviares.
El fujimorismo
perdió electoralmente en el 2011 a pesar de tener caudal popular propio. Pero, su
campaña electoral no fue capaz de superar el desdibujamiento causado por las campañas
que lo enlodan con la corrupción. Siendo que el decenio gubernamental
fujimorista (1990-2000), es el único período político juzgado por corrupción, que
no ha sido práctica que haya caracterizado la alternancia de la partidocracia,
que dejó inmune los dos períodos gubernamentales de Belaunde Terry, el gobierno
militar socialista de Velasco, así como la administración de Toledo.
Publicado en el
diario “La Razón”, Lima, viernes 23 de agosto de 2013, pág. 8
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