Corrupción y apoderarse del Estado
SERGIO TAPIA T.
Nuestro
orden político es muy inestable, por causas exógenas: Por la existencia de
estados mayores pensantes en como asaltar y hacerse del gobierno, con el empleo
de algunas técnicas insurreccionales y métodos de golpes de estado.
Nosotros
estamos acostumbrados, históricamente, que los golpes de estado hayan provenido
de los militares (el golpe militar); pero en la doctrina política el golpe de
estado es ordinariamente el realizan los políticos revolucionarios para
adueñarse del poder. Los ejemplos los tenemos muy cerca: el socialismo de Lula
en Brasil, el socialismo de Evo Morales en Bolivia, el socialismo de Allende en
Chile, la autocracia de Correa en Ecuador. Y un poco más allá, sin ser
fronterizos pero tan cercanos: el nepotismo kirchnerista en Argentina y la
ingerencia gubernamental cubana en Venezuela de Chávez/Maduro.
Nuestra
ciudadanía ha adoptado un hábito electoral inmoral: Botar por el menos malo.
Porque para la ética, el mal menor es también un mal. Sólo la elección entre el
bien y lo mejor nos hace permanecer en un terreno confiadamente moral.
El
gobierno de Kuczinsky/Vizcarra/Araoz, fue una improvisación electoralista,
sorpresivamente electa como el mal menor. Produjo un equipo de gobierno remendado
con incrustaciones de origen marxista, comunista, caviar o derecho-humanista y
oenegenista. Todo ellos es más de lo mismo, pero con matices diferenciados, en
especial por el gran lío de cabecillas en pugna que padecen las izquierdas en
el Perú.
El
conglomerado “socialista” peruano, ha aprendido a vivir parasitariamente de
gobiernos ideológicamente ajenos. Así, Con el liberal clásico de Manuel Prado,
en los 40s, co-gobernó el Partido Comunista Peruano, de ahí el apodo del
“Stalin peruano”. En el social-demócrata APRA anidaron juventudes radicales que
transfugaron al comunismo y la guerrilla. Crecieron con Fernando Belaunde los social-progresistas
(un eufemismo socialista). Con el general estatizador Velasco Alvarado nunca
las izquierdas tuvieron el regocijo aún inolvidable de servirse tanto de los
puestos burocráticos. Durante los lustros del asesinato a mansalva 1980-1997
generado por el Partido Comunista del Perú (cuyo nombre camufla con el alias
“Sendero Luminoso” impuesto por el izquierdismo académico) y por el Movimiento
Revolucionario Túpac Amaru (marxistas ex–apristas), las izquierdas combatieron
en todas las formas inescrupulosas: escribiendo, desorientando, justificando,
juzgando y abogando por los terroristas. La línea derecho-humanista colaboró en
formar jueces y reformar la justicia desde 1980 hasta la fecha: con el segundo
gobierno de Belaunde, los dos gobiernos de Alan García, con Paniagua, Toledo y
Humala. Y, siguen manteniendo su “trabajo” con la actual administración, tanto en
su primer capítulo con Kuczinsky, como en su segundo capítulo con Vizcarra.
Hoy las izquierdas desde
el poder y desde las calles aúnan sus fuerzas e intereses para golpear juntos
al Estado Republicano y Democrático. Con el afán de tomar el poder por la vía
combinada de la insurrección popular mediante marchas y movilizaciones, y la
desacreditación de diversas dependencias del Estado, para generar colapso
gubernamental. Y pescar a río revuelto. El lema revolucionario es la lucha
contra la corrupción. Que ha sido generada por ellos mismos.
Curzio Malaparte, un
facista que migró luego al comunismo (no tuvo que caminar mucho, pues, entre
ambos hay mucho parentesco político-ideológico), en su libro “Técnica de golpe
de Estado”, señala que la lucha contra la libertad y la democracia, apoderarse
del Estado se juega esencialmente en cerrar el Parlamento. Porque el comunismo le
tiene una particular enemistad para hacer honor al dicho de Lenín: “Donde hay
libertad, no hay Estado”.
Desde hace dos meses las
izquierdas han mantenido marchas violentas contra el Congreso. Desde hace una
semana, desde la prensa favorable a las izquierdas, se exige el cierre del
Congreso.
Veremos…
Publicado en el diario “La Razón”, Lima, viernes 20 de julio de 2018,
pág. 6
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