Los que se achichan, fermentan
SERGIO TAPIA T.
En el mes de la Patria, y
a tres años del bicentenario de la proclamación de la independencia en Lima, por
el General San Martín; nuestro sistema de gobierno republicano, ese modelo de
organización de los poderes públicos, padece una grave crisis de
funcionamiento, cuya solución no requiere reorganizar instituciones, sino compensar
las carencias éticas de las personas sobre las que reposa la autoridad y la conducción
de nuestra Sociedad Nacional.
Por doquier, hay una muy
sentida falta de honradez por quienes ejercen función pública. Ello explica que
los problemas no se resuelvan y que se agraven, porque hay quienes no cumplen con
sus obligaciones, cuando subordinan el puesto público a satisfacer apetitos
personales u obtener las ganancias pervertidas de las ideologías.
“Chicha” es un peruanismo de uso frecuente en nuestro vocabulario, que
describe las actividades informales y de mal gusto. Los funcionaros del Estado
se ha “achichado”, son de mala
calidad, son incompetentes para los servicios que deben brindar.
Pero, más grave que dejar
de cumplir las obligaciones del cargo, es delinquir contra el Estado, al que se
debe lealtad. Y, es muy lamentable que en un país de tantas necesidades
insatisfechas, que la población pobre reclama y que los peruanos en situación
de debilidad exigen, no sea común sino que es la excepción esperar frutos del
buen gobierno. Y, más bien sea el robo, la apropiación ilícita y el delito
patrimonial contra el Estado, lo que se extiende con tan injusta impunidad.
La vida delictiva inclina
a una perversa situación de crisis moral. Eso lo refiere otro vocablo del peruanismo:
“fermentado”. Que sirve para describir
el colapso ético de todo un conjunto generacional de políticos, jueces,
funcionarios, policías, etc.
Con ocasión de las interceptaciones
telefónicas, aparentemente realizadas con las debidas licencias prescritas en
el Numeral 10 del artículo 2° de la Constitución; los audios probatorios no fueron
objeto de investigación para sanción judicial, sino que terminaron siendo
utilizados para psicosociales por una ONG litigante que patrocina intereses
ideológicos contra un sector del Estado peruano.
El sismo político-estatal
aún es impredecible, comprometería desde la figura presidencial, arrasando
ministros, parlamentarios, jueces y fiscales. Todo articulado para someter, al tamiz
de la “corrección política”, inspirada en protervos intereses.
Para el sector ciudadano
que le asquea la Política, esto les sirve para profundizar en su nihilismo ácrata.
Para los revolucionarios conspirativos, esto constituye señales de la dialéctica
y la contradicción, de las que ansían obtener subversivas ventajas.
Para la inmensa mayoría
de ciudadanos, los audios tan sólo prueban una vez más, la necesidad de reivindicar
la unión indisoluble que debe existir entre la ética y la política. Y, para la
Sociedad Peruana, no es más que la comprobación de que toda crisis política,
social, económica o cultural; es crisis de raíz moral en las personas, no de
las estructuras institucionales.
Porque cuando las
personas se “achichan”, se “fermenta” con nauseabunda inmoralidad,
incompetencia, deserción y traición todo lo bueno y excelente de la Política y
la administración pública.
Publicado en el diario La Razón, Lima, viernes 27 de julio de 2018, pág.
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