La anomia nacional
SERGIO TAPIA T.
Hay
crisis individuales y hay crisis sociales. Son de distinta naturaleza.
Entre
las crisis de índole individual, por cierto, una de las más severas es carecer
de identidad. Es no saber quién es uno. Es desconocer de donde viene, y no
saber a dónde va. Es perder la propia caracterización que lo diferencia de los
demás. Es carecer de conciencia de ser uno mismo y diferente a otros. Es
sencillamente una grave dolencia ignorar quien es uno.
Como
conjunto de personas, la sociedad puede padecer de anomia, también. Y, es lo
que me mueve a pensar con miras a concluir nuestro segundo siglo republicano,
dentro de apenas dos años y medio.
Me
apena que haya poco para festejar y mucho que lamentar, en vísperas de cumplirse
nuestro bicentenario de la independencia republicana. Pues, el sistema
político, denominado la República, anda más que fallido, íntegramente
frustrado.
Somos
subsidiarios de varias realidades, diferentes: la Patria, la Nación, el sistema
político, la Sociedad Peruana, etc. Lo que anda mal es nuestro sistema
político. Claro, que aunque no es la Patria, la afecta. De la misma manera,
que, aunque no sea la Nación, la contamina. Y, aunque sea diferente a la
Sociedad Peruana, la debilita.
El
sistema político es una composición de varias realidades diversas y
confluyentes: Sujetos responsables, modelo de participación, institucionalidad
del Estado, organicidad de la sociedad, compromiso de promover el bien común,
ordenamiento y jerarquización de valores, etc.
Siempre
una celebración sirve para limpiar y ordenar la casa, preparándola para la
fiesta. El problema es que, además que nuestra casa republicana se encuentra en
un grave estado de desorden; los sucesos ordinarios socio-políticos, no
conducen al entusiasmo de festejar algo, sino de lamentar mucho, muchísimo.
La
Historia, que es maestra porque enseña, nos muestra que las sociedades pasan
por etapas de suma decadencia, como también por épocas gloriosas. Hay etapas de
progreso, y fases de nefasta depresión social.
En
vísperas de nuestro bicentenario republicano, no vivimos lo mejor de nuestra
Historia Nacional. Pues, hay un extendido sentimiento que algo nos defrauda en
el Perú de hoy. Que si bien no renegamos de lo peruano que somos, sin embargo
muy arraigados de qué somos, no lo estamos, en general. Nuestra identidad
nacional peruana, sufre de conciencia lúcida, que nos hace incomprensible el
sacrificio de nuestros prohombres.
¿Por qué el heroísmo del
anciano Bolognesi? ¿Por qué el sacrificio del padre de familia numerosa del
adulto ejemplar Miguel Grau? ¿Por qué la donación de su vida del adulto joven
Alfonso Ugarte? ¿Por qué tantos nombres desconocidos que identifican plazas,
avenidas y calles en nuestras ciudades?
Ignorancia que muestra un
grave grado de “anomia nacional”: No sabemos por qué somos como somos, y no de
otra manera. Al no ser conscientes de nuestra singularidad, en el concurso con
otras naciones, careceremos de condiciones para realizar un destino común que
una nuestras individualidades.
Las
sociedades mutan. Hace dos siglos estuvimos maduros para la independencia y
asumimos la forma republicana de gobierno, para regir nuestros destinos.
Hoy,
la promesa bicentenaria republicana parece haberse agotado. Pero, nuestra
Nación ha de seguir existiendo, y la Sociedad Peruana no se extingue. El bien
común aún nos convoca. Y, la Historia como la Patria, reclama que nos
espabilemos para levantar al Perú, y conducirnos a mejores condiciones de vida
social y de organización política.
Publicado en el diario “La Razón”, Lima, viernes 02 de noviembre de 2018,
p. 6
No hay comentarios:
Publicar un comentario