Transformación del Estado
SERGIO TAPIA T.
Las
dos últimas transformaciones del Estado han ocurrido con los gobiernos de
Velasco Alvarado (iniciado hace 50 años) y con Alberto Fujimori (iniciado hace
28 años).
Velasco
Alvarado aplicó los tres principios fundamentales de todo socialismo. El primer
principio socialista lo condujo a sospechar de todo ciudadano como delincuente
potencial, y penalizó nimiedades, hasta la posesión de moneda extranjera, porque
así corresponde a la visión pesimista del socialismo. El segundo principio de
los socialismos es reducir a satisfacciones económicas las necesidades humanas,
por lo tanto la educación que se implantó y que lamentablemente perdura hasta
nuestros días, es de una pérdida de valores morales impresionante y una sobre exageración
por ambicionar solo bienes materiales, lo que ha traído consigo el latrocinio
generalizado tanto en la vida privada y en la actividad pública y en la
política, esto responde al concepto socialista materialista de la vida humana y
del fin de la sociedad y el estado. Finalmente, el tercer principio socialista,
es el estatismo asfixiante.
La
Constitución de 1979 restauró la democracia política electoral pero conservó intacto
el socialismo inspirador de las reformas estatales y económicas. Sumándose dos
factores adicionales, la economía narcotizada porque el Perú está ubicado entre
los tres primeros países del mundo productores de hojas de coca, de clorhidrato
de cocaína y de pasta básica de cocaína; y el segundo, la lucha armada por el
Partido Comunista del Perú (mal llamado “Sendero Luminoso”), y que aún perdura
mediante la persecución judicial inmisericorde a los militares que lucharon entre
1980 y 1995.
La factura por todos esos
desajustes político-económicos no se dejó esperar. Los dos siguientes gobiernos
elegidos, en 1980 de Fernando Belaunde y en 1985 de Alan García, no atinaron a
gobernar en tan profunda crisis. En el decenio de los ochenta la calidad de
vida peruana bajó a niveles de compasión, y dio inicio a la diáspora de las
clases pobres al exterior.
La segunda transformación
del Estado se produjo a partir de 1990, por Alberto Fujimori. Su plan de
gobierno permaneció ignoto. Hizo un golpe de estado a los 8 meses y medio de
iniciada su administración. Carecía de partido pero supo crear cuadros y
ponerse objetivos. Venció a los comunistas en lo que los fortalecía: el
sindicalismo revolucionario (falsificación del sindicalismo laboral) y el terrorismo.
Saneó la economía. Redujo el Estado y desestatizó la economía. Resintió
demasiado a todos los demás partidos políticos. Su primer período fue
productivo y provechoso para el país, se reveló Fujimori como un presidente
para gobernar en crisis. Su segundo período (1995-2000), fue tiempo perdido; sin
crisis que enfrentar se reveló como mediocre gobernante en la normalidad. La
reelección para un tercer período, fue un error, su tercer gobierno por 5 años
sólo duró 3 meses.
En nuestros días, se
asoma la posible tercera transformación del Estado, en medio siglo. El
presidente Vizcarra impulsa cambios, pero de manera dialéctica, enfrentándose a
otros poderes del Estado y organismos constitucionalmente autónomos. Vizcarra
viene caminando al borde de la línea constitucional. Hay una silente oposición
social -no político partidaria-, conformada por la gran mayoría ciudadana de
católicos y evangélicos, que permanecen desconfiados por la hipoteca del
presidente Vizcarra a los intereses de los cabildeos anti-vida,
pro-homosexuales y de la ideología de género. Excrecencias todas ellas de la
ideología marxista, del relativismo moral y de la visión destructiva de la
dignidad de la persona humana.
Los ciudadanos con buena
intención, no descartan los cambios y tienen voluntad de transformar el Estado
y la sociedad. Pues, el modelo adoptado para la representación política no
funciona. Porque hay una profunda crisis de calidad humana en la población.
La República, fundada
hace 197 años, reclama ser restaurada mediante un orden nuevo.
Publicado en el diario “La Razón”, Lima, viernes 11 de octubre de 2018,
p. 6
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