viernes, 6 de julio de 2018

Rechazo a la confabulación de la Corte IDH - La Razón


Rechazo a la confabulación de la Corte IDH
SERGIO TAPIA T.

            La Corte IDH es un organismo de la Organización de Estados Americanos (OEA). La Corte IDH no es un grupo de poder, ni una trinchera de imposiciones ideológicas. Y, aunque lo parezca, no debería serlo. La Corte IDH es una función pública internacional, cuyos miembros deben de estar imbuidos con espíritu de servicio.
La Corte IDH ha de guardar la solemnidad de las formas jurídicamente establecidas en las normas de las que es subordinada: tratados, estatuto y reglamento. Para acceder a la Corte IDH se requiere cumplir requisitos. Son regla general, salvo puntuales excepciones: Que los procedimientos internos ante el Estado hayan sido agotados, que primero el ciudadano alegue protección ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la que arma el Caso hasta que en su oportunidad demanda al Estado ante la Corte IDH. El Estado no es piñata de los caviares camuflados bajo las togas de la Corte IDH.
Las Medidas Provisionales se adoptan si concurran circunstancias tales como: los casos de extrema gravedad y los casos de urgencia; y cuando sea necesario evitar daños irreparables a las personas.
No constituye daño irreparable, que el ciudadano ejerza su derecho de denunciar a funcionarios presuntamente prevaricadores, con base en la ley y ante autoridad competente señalada por ley previa. Tampoco, objetivamente, esa conducta de un ciudadano puede configurar daño irreparable.
Que un funcionario sea investigado en el Congreso, en un procedimiento de tres instancias, no es un caso de extrema gravedad o de extrema urgencia.
Pero, para la Corte IDH sí lo es, porque se trata de cubrir con manto de impunidad, a jueces que presuntamente prevaricaron en aras de los intereses de los ONGs pro ex-terroristas.
La connivencia entre algunos jueces, los de la Corte IDH y los de nuestro TC, para el beneficio de su estabilidad laboral y remunerativa en los puestos públicos que detentan, hasta el 5 de junio del 2019, genera desestabilización, porque: 1. Para todos los ciudadanos denigra el valor del habeas corpus, que preserva la libertad frente al abuso de los funcionarios, ya que sus sentencias se tornan inestables, porque con impunidad pueden ser modificadas; y obstruye el procedimiento de denuncia constitucional que cualquier ciudadano puede formular ante el Congreso, ya que por orden de la Corte IDH la sola investigación puede ser mandada al archivo.- 2. Para los marinos injustamente procesados, que debelaron el motín y toma de rehenes por los internos por terrorismo en la Isla-Penal El Frontón (18-19 junio 1986), la Corte IDH les niega los mismos derechos procesales que sí concede a los antiguos terroristas, pero no escucha a los militares quienes no tienen derecho a defenderse para luego tener que soportar larguísimos y arbitrarios enjuiciamientos en nombre de los DDHH en su país.- 3. Al Congreso Nacional les reduce las facultades que tiene, ya no podrá emprender investigación atendiendo las denuncias de ciudadanos a funcionarios infractores de la Constitución.- 4. A la República Peruana le resta legitimidad política representativa, pues, nuestra Constitución podrá ser modificada y derogada por cinco extranjeros.
¿Qué se puede hacer? Que el Congreso exija al Presidente de la República y a la Cancillería y al MINJUS, que el Caso TC-Congreso ante la Corte IDH sea conducido por la representación política y jurídica que el propio Congreso decida, relevando en su rol (no en sus cargos) a los funcionarios de ambos ministerios, para preservar la dignidad, las atribuciones y las facultades del principal poder del Estado.
No hay otro modo: ¡Rechazo viril a la Corte IDH; para que los denunciados por infracción constitucional sean investigados!

Publicado en el diario La Razón, Lima, viernes 6 de julio de 2018, p. 6

Blog (colección artículos publicados en La Razón): nhttp://sergiotapiatapia.blogsp ot.com/

Discernir los cambios culturales - La Razón


Discernir los cambios culturales
SERGIO TAPIA T.

            Vivimos en un tiempo de innovaciones que afecta la vida social. El ser humano tiene una naturaleza compleja, con dos dimensiones que con prudencia deben evitar no atropellarse en sus propias competencias naturales: La persona es un ser individual, y a la vez, es un ser social. La vida en plenitud consiste en vivir en el equilibrio de ambas dimensiones.
La persona tiene valor propio, por ser único e irrepetible, no puede ser sustituida. Pero, requiere convivir con otros, porque es el modo de enriquecerse y de alcanzar su realización personal.
En los últimos 100 años se ha modificado el patrón cultural de nuestra sociedad, porque se han promovido cambios políticos, sociales, culturales y económicos.
Cambios políticos: Desde hace 100 años casi no hay monarquías como formas de gobierno, el sistema democrático se ha impuesto como “la forma” de gobierno requerida en las relaciones internacionales. Sin embargo, la centuria pasada fue escenario de los más perversos sistemas totalitarios, como el comunismo y el fascismo.
Cambios socio-culturales: La cultura es lo que el hombre edifica transformando la naturaleza o construye idealmente de espaldas a lo real. La cultura son conocimientos y son valores jerárquicamente ordenados. La ciencia es un campo propio de la cultura, pero la ideología es la anti-ciencia. Hoy vivimos en una saturación ideológica.
Cambios en la economía: La economía es de tres factores naturaleza/trabajo/capital, los que exigen interrelacionarse con la debida observancia de la Justicia, para poder preservar cada factor y poder promover sus interrelaciones con justa reciprocidad en el intercambio económico. Es decir, no puede destruirse el orden de la ecología porque se debe trabajar o se requiere realizar empresa. Tampoco puede maltratarse al factor trabajo, porque el factor capital impone reglas impropias. Ni puede impedirse el despliegue económico, porque el Estado se interpone como intérprete del factor laboral o se adueña de los recursos naturales.
Estamos inmersos en una centuria abordada por multitud de cambios, cuya aceleración produce cierta imprevisibilidad. Lo que puede dar lugar a alguna confusión para discernir lo que es correcto cambiar y lo que es necesario mantener y preservar.
Uno de los cambios culturales impropios, por aberrante, es ocultar la naturaleza de la persona determinada por su sexualidad. Hay una quiebra de la ecología humana, cuando se promueve la falsa idea de que el ser humano tiene género y no sexo.
En la especie humana, el género es uno sólo, es el ser humano. Su sexualidad es lo que lo distingue en varón o mujer. No hay otra alternativa. Cultivar que el ser humano puede asumir algunas conductas prestadas de un rasgo sexual y otros rasgos del sexo opuesto, para configurar una novedosa especie, regulada por la imaginación irrefrenable. Se atomizó la promoción de lo homosexual y lo lésbico, y hoy se cuentan más de 120 posibilidades de disfrazar bajo la nomenclatura “género”, una odiosa como pervertida desnaturalización del ser humano.
Rasgo cultural de nuestro tiempo es inclinarse a tolerar todo lo novedoso por la novedad misma, aunque arrase valores y principios sustanciales. La estabilidad de la identidad ha cedido en admitir lo amorfo y lo desconfigurado. Ello genera una subversión de valores, que se expresa en que los delitos de ayer son los derechos humanos de hoy. Por el relativismo circundante, la verdad no interesa, sino la opinión. Y, la historia ya no es relación sistematizada de hechos, sino la versión idealizada de una propuesta subjetiva.
El vocablo “género” no es propio de la persona humana, lo dice la Real Academia Española. Si es perversión del lenguaje ¿por qué los textos educativos deben enseñar contra las reglas del idioma, con el “enfoque de género”?

Publicado en el diario “La Razón”, Lima, viernes 29 de junio de 2018, p. 6

Blog (colección artículos publicados en La Razón): http://sergiotapiatapia.blogspot.com/