viernes, 13 de octubre de 2017

La Hispanidad, su sentido y finalidad - en La Razón

La Hispanidad, su sentido y finalidad
SERGIO TAPIA T.

Ayer celebramos el Día de la Hispanidad, efeméride de viva recordación del Descubrimiento de América para el resto del mundo: Con el descubrimiento del Nuevo Mundo, se verificó la redondez de la tierra desde la íntima experiencia de Cristóbal Colón y sus navegantes.
El sentido de una realidad, histórica, es ejercer la capacidad de entenderlo, en su cabal magnitud y significación.
Con el 12 de octubre de 1492 América quedó descubierta para el resto de los pueblos. Ya no hubo necesidad de realizar otros esfuerzos para descubrirla.
Quienes con el deseo de opacar y deslucir, y no con el interés de buscar la verdad histórica, afirman que antes de Colón habían llegado los chinos, los vikingos, etc. Caen en profunda contradicción, pues, ni la migración china ni el arribo vikingo, fueron definitivos para develar al mundo la existencia de este gran territorio bioceánico.
Distinto fue con Cristóbal Colón, quien en nombre del Reino de Castilla descubrió América, para el mundo restante, para la Historia y para siempre. A partir de él, no ha habido necesidad de nuevas empresas exploradoras para descubrir a América.
Forjar la Hispanidad es una vocación de destino en la Historia, porque es buscar algo: ¿Qué se busca con promover la hispanidad? La integración de personas y de pueblos en un ideal de común destino, a partir de los elementos constitutivos de la unidad: idioma y religión, que constituyen elementos culturales fundamentales.
La Hispanidad es un contenedor de muchas realidades particulares, individuales y colectivas. La Hispanidad es un factor inclusivo. La Hispanidad es una hermandad y no una sujeción autoritaria.
Conspiran contra la Hispanidad la ignorancia de los fenómenos sociales, la ideología política, el estrabismo en la visión de la Historia integradora.
Nuestro pueblo peruano, además de la riqueza de sus matices localistas, es hispano de origen fundacional, es su idioma el castellano. Es aún en significativa proporción de su historia una unidad con la España imperial (282 años), en contraste con la República independiente (recién próxima a cumplir 200 años).
Ya no somos indígenas puros etno-culturalmente, ni españoles puros pues no practicaron la segregación. Somos peruanos, somos criollos, somos la unión de lo autóctono con lo hispano. De tal manera que constituyen símbolos de peruanidad personalidades como Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres, que se santificaron durante el virreinato.
El afán de mantener, aún, indigesta nuestra nacionalidad mestiza, racial y cultural, nos produce una fatídica quiebra en nuestra identidad nacional. No podemos renegar de aquella proporción determinante de lo que somos, ni olvidar de donde provenimos.

Publicado en el diario “La Razón”, Lima, viernes 13 de octubre de 2017, p. 6

Blog (colección artículos publicados en La Razón): http://sergiotapiatapia.blogspot.com/

Los ciudadanos y la protección por el Congreso - en La Razón

Los Ciudadanos y la protección por el Congreso
SERGIO TAPIA T.

            Conducir la Sociedad Política requiere organizar el gobierno. La teoría clásica desde los griegos, originarios inspiradores de nuestra Cultura, las formas de gobierno legítimas son tres: Monarquía, Aristocracia y República. Contra ellas conspiran históricamente tres formas ilegítimas: la Tiranía, la Oligarquía y la Demagogia (de la que deriva la anarquía, desemboca en oclocracia –el gobierno de lo peor- y conduce a la tiranía: el círculo vicioso de las formas ilegítimas de gobierno).
            Son términos de filosofía política, pero que en el lenguaje común, no conservan su contenido doctrinal originario contenido, ni su mismo significado.
            La monarquía tiene por finalidad alcanzar la unidad -social o nacional-, a partir de la unidad en el mando. Los pueblos amalgamaron su destino en la Historia, en la unidad, a partir del reconocimiento de monarcas que le dieron sentido social o nacional a su unidad. Los casos de Francia con Carlo Magno y España con Isabel de Castilla, son ilustrativos entre otros muchos más.
Lograda la unidad, los pueblos aspiran a adoptar una forma de gobierno que les asegure la competencia en el mando, esta es la Aristocracia, que asegura el gobierno de los más capaces.
Finalmente, el desarrollo político de los pueblos se busca la libre selección de quienes ejercerán las funciones de estado, entre muchos que son competentes, surge entonces la tercera forma legítima, la República o democracia, caracterizada por la separación de poderes, el contrapeso, la vigilancia mutua. Todo ello para el bien de la persona humana, que es fin supremo de la Sociedad y del Estado.
A los tres poderes clásicos (legislativo, ejecutivo y judicial), se suman diversos organismos constitucionalmente autónomos, que realizan funciones estatales independientemente de los tres poderes clásicos: el Ministerio Público (MP), el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), la Contraloría General de la República (CGR) y el Tribunal Constitucional (TC).
El modelo de justicia adoptado por la vigente Constitución peruana, faculta administrar justicia, en última instancia, en procesos constitucionales (habeas corpus, acción de amparo, etc.), a un organismo autónomo del Poder Judicial, que es el TC, revisor de las sentencias judiciales denegatorias en los procesos constitucionales. En otros países, tal facultad es ejercida por la Corte Suprema, a diferencia de nosotros.
            De otro lado, el control de la función pública para los altos funcionarios del Estado, reposa en el Congreso de la República. Por lo que si algunos de los siete miembros del TC quebranta la Constitución y comete delito de función (prevaricato), merecen ser denunciados por los ciudadanos que agraviaron, para que sean objeto de investigación, y satisfecho el ejercicio del derecho de defensa, de hallarse culpables, deben ser debidamente sancionados con la destitución del cargo, la prohibición de ejercer función pública en los próximos 10 años y ser denunciados penalmente ante el Fiscal de la Nación por el delito perpetrado.
El Perú reclama la no impunidad de los funcionarios públicos facinerosos, por lo que el Presidente del Poder Judicial debe explicarle al país por qué reclamó impunidad a favor de los cuatro del TC denunciados por haber cambiado una sentencia en el Caso El Frontón, luego de tres años y medio de haber quedado ejecutoriada, y no habiendo sido tales magistrados los competentes en conocer del caso.
El agravante es que las declaraciones del Presidente de la Corte Suprema, fueron prestadas al sistema noticioso del IDL, ese ONG defensor de acusados por terrorismo y con intereses particulares en el Caso El Frontón, en el cual murieron terroristas que mataron a un policía y tres marinos, enfrentándose a la Marina de Guerra del Perú.
El Presidente de la Corte Suprema, Duberlí Rodríguez, fue diputado de 1985 a 1990, por la alianza electoral Izquierda Unida, representando al grupo marxista-maoísta Unión de Izquierda Revolucionaria (UNIR), conformado por militantes provenientes de “Patria Roja”, Vanguardia Revolucionaria, etc. Duberlí Rodríguez fue autor del proyecto de ley 415, para conceder amnistía a los terroristas. El que, por decoro, no debería insinuar intimidación alguna al Congreso de la República, respecto del Caso El Frontón.
Por su parte, el Congreso no debería dudar de proseguir el trámite de la denuncia constitucional contra los cuatro miembros del TC.

Publicado en el diario “La Razón”, Lima, viernes 6 de octubre de 2017, p. 6


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El Frontón: Cambiar la Historia para volver a juzgar - en La Razón

El Frontón: Cambiar la Historia para volver a juzgar
Sergio Tapia

            Con los presidentes Paniagua y Toledo (2000-2006), se produce una gran maniobra caviar que anuló las sentencias condenatorias contra los terroristas que masacraron peruanos desde el año 1980. Los terroristas fueron beneficiados con nuevos juzgamientos, con la reducción de sus condenas. Algunos salieron de inmediato en libertad, otros obtuvieron importantes reducciones de condenas a cadena perpetua pasaron a 20 o 25 años de penas.

Ya están saliendo, y seguirán saliendo, porque han pasado más de 37 años del Inicio de la Lucha Armada, que tanta sangre inocente derramó. Orgía de sangre de la que las izquierdas peruanas aún no piden perdón al Perú.

La diferencia entre un terrorista y un caviar, es que el primero empuña el arma o pone la bomba, y el segundo busca razones legales para defenderlo.

En mayo de 1981 se realizó la IV Sesión Plenaria del Comité Central del Partido Comunista del Perú (apodado “Sendero Luminoso”), en el que se acuerda que los comunistas deben aportar “la cuota” a la “Revolución”. Esa “cuota” no es dinero, es sangre. No la sangre de los que “aniquilan”. Es la sangre de los mismos militantes comunistas.

Abimael Guzmán en su “entrevista del siglo”, de julio de 1988, dice: “… Marx nos ha armado, así como Lenín, y principalmente el Presidente Mao Tsetung. Nos enseña lo que es cuota (…) y se es capaz de enfrentar cualquier baño de sangre (para el baño de sangre nos empezamos a preparar desde el año 81 porque tenía que venir” (“El Diario”, 24 de julio de 1988, p. 20). El partido exige comprometerse con matar y con morir. Entregar la propia vida es “la cuota” (ver: Gustavo Gorriti, “Sendero”, p. 171).

Abimael Guzmán exhorta a sus seguidores: “Llevar a vida en la punta de los dedos”. Para Marx toda moderación conduce a la catástrofe del partido, para Lenín no sólo es necesario destruir al enemigo sino que es preciso destruir al Estado. Para Gorriti “La ingeniería social marxista (…) empieza por una demanda de demolición general” (Ibid, p. 172). El Partido Comunista del Perú (cuyo nombre no es “Sendero Luminoso”), canta en sus himnos desde 1984: “Ahora la cuota hay que dar. Si nuestra sangre tenemos que dar por la revolución, qué bueno será.”

Gustavo Gorriti, directivo del Instituto de Defensa Legal (IDL), ONG que otorga auxilios legales a comunistas involucrados en actividades terroristas, escribe: “La actitud de enfrentamiento suicida previa a la masacre de los penales en junio de 1986 había empezado a definirse en mayo de 1981”. (Ibid, p. 182). Es curiosa esta lucha en el interior de la conciencia moral individual de los caviares, no pueden dejar de reconocer la violencia suicida de los seguidores de Abimael Guzmán, practicantes del terrorismo de los 80s y 90s, pero no son capaces de reconocer la legitimidad de la acción del Estado para reprimir mediante sus FFAA y policiales. La calificación de “masacre” es trastocar los hechos que realmente sucedieron en El Frontón, en 1986, debido al prejuicio ideológico marxista de las izquierdas.

Hay otra coincidencia terrorista y caviar: El Partido de Abimael califica de “genocidio” cuando sus militantes mueren en un ataque terrorista, y hablan de “aniquilamiento” cuando asesinan a los inocentes peruanos. Los caviares rechazan la defensa contra el terrorismo calificándola de “lesa humanidad” y “violación de los derechos humanos”.

La verdad de El Frontón, los días 18 y 19 de junio de 1986, es que hubo un motín armado de internos, premeditado y planificado para matar y para morir, por el Partido Comunista del Perú. Esto explica el rechazo a la rendición y a la paz pedidas por el Poder Ejecutivo, el Congreso, el Ministerio Público, el Poder Judicial, la policía, la Marina de Guerra y de todo el país.

Publicado en el diario “La Razón”, Lima, viernes 29 de setiembre de 2017, p. 6


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