viernes, 30 de marzo de 2018

Viernes Santo - La Razón


Viernes Santo
SERGIO TAPIA T.

Nuestra actual Constitución empieza “invocando a Dios todopoderoso”. Con estos términos la Carta Fundamental 1993 se une a la tradición de nuestros textos constitucionales, que reconocen la religiosidad tan particular del pueblo peruano, que nunca ha cesado de expresarse a pesar de la activa participación legislativa de tantos políticos decimonónicos y sigloveinteros, caracterizados por sus públicos compromisos criollo-jacobinos y anticlericales.
El término elegido por nuestros constituyentes del 93 tiene acertado significado: “invocar”. Que es pedir inspiración, es solicitar ayuda, es acogerse a una tradición.
El Preámbulo constitucional de esa obra humana, incompleta y perfectible como lo es el texto constitucional, tiene como contexto la convocatoria del Congreso Constituyente Democrático, por el gobierno de Alberto Fujimori, luego de haber disuelto el congreso nacional. Fujimori se encontraba explorando caminos para su legitimación de origen. Es en esas circunstancias que los legisladores consignan la necesidad de inspirarse en “Dios todopoderoso”.
Más adelante, en el artículo 50, la Constitución establece que “el Estado” reconoce a la Iglesia Católica. El Estado admite y acepta que la Iglesia Católica ostenta, muestra y es titular de la condición de “elemento importante” en la formación histórica, cultural y ética del Perú. Que el catolicismo es parte constitutiva de esa realidad histórico-ético-cultural que se llama Perú.
Constitucionalmente se constata la realidad. Para comprenderlo, nos remitimos a una expresión acertada del sacerdote dominico Fray Dr. Aníbal Fosbery O.P., quien afirma que la religión católica no sólo es culto, sino que también es cultura.
Por eso, cuando Francisco Pizarro señalando al sur de la Isla del Gallo, dijo por allá se va al Perú, poniéndonos nuestro nombre, y luego llegó a nuestras tierras. Forjó una identidad nacional singular e individualizada: el Perú social, el Perú cultural, el Perú histórico, el Perú moral. Con el concurso de la fe católica.
El elemento de la catolicidad no es un sombrero quitapón, sino que forma parte integrante de nuestra identidad social y nacional. La Iglesia ha sabido estar presente en los grandes acontecimientos, apoyó decididamente el proceso de la Independencia Republicana; estuvo presente en la hora crucial de nuestros héroes (Miguel Grau se confesó ante sacerdote católico, antes de emprender su última campaña que lo elevaría a la gloria de la Historia). Y, ha suscitado el olor de santidad de nuestros modelos virtuosos como Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres, entre otros muchos, que no sólo se santificaron en los siglos XVI y XVII, sino que se pueden contar hasta sacerdotes proclamados mártires víctimas del demencial terrorismo comunista de los 80s.
Hoy, la sociedad peruana con seriedad y profundo recogimiento, hace uso del feriado nacional, para tener presente en su conciencia la inspiración cristiana como elemento constitutivo del Ser Nacional: El Dios hecho hombre que con su encarnación, su sacrificio de holocausto y la grandeza de su triunfo manifestado en su gloriosa Resurrección. Sana y salva a la sociedad peruana, como a las personas que la constituyen.

Publicado en el diario “La Razón”, Lima, viernes 30 de marzo de 2018, p. 6


Blog (colección artículos publicados en La Razón): http://sergiotapiatapia.blogspot.com/

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