lunes, 13 de agosto de 2012

La civilización depresiva


La civilización depresiva

SERGIO TAPIA



            Antes que los países industrializados experimentaran el sistemático fracaso de la “modernidad”, en los extremos que en estos días se exhiben de caos financiero y altos índices de desempleo. Ya se venía observando la inviabilidad de la cultura del consumismo inmoderado, porque causa grandes problemas en el alma y en el espíritu de las personas. Porque la persona es un ser con vocación a portar valores eternos, que no puede sentirse reducida a satisfacerse con la sola adquisición de bienes materiales y de consumo.

            Los ritmos de la civilización modernista lleva la vida en prisa, transforma la laboriosidad sin límites, suscita la competencia deshumanizante y exacerba la movilidad social. Todo ello con los criterios de una novísima concepción ética, que sustituye la tabla de valores por criterios de utilidad. Pero, a la vista está que de todo esto no resulta la felicidad.

            Deambulan, en las urbes, sujetos inmersos en depresiones, sintomáticamente melancólicos, reducidos a la soledad en una sociedad de masas. La beata Teresa de Calcuta refirió que ellos son “los pobres” del primer mundo, a quienes no les falta lo material, pero que zozobran por carencias de amor, de comprensión, de acompañamiento, de relaciones familiares y de amistades.

Anda mal nuestras estructuras culturales, porque conducen a la depresión, suscitan sociabilidad negadora de interrelaciones personales, y obstruyen las compensaciones del déficit individual.

            Hay autores que estudian estos efectos de la modernidad, tipificándolos como sociedad depresiva ó civilización de la acedia.



Publicado en el diario “La Razón”, Lima, jueves 19 de julio de 2012, pág. 6

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