viernes, 18 de julio de 2014

Política y Religión


Política y Religión

SERGIO TAPIA T.



 

La persona humana es portador de valores eternos. Naturalmente fluye en ella la necesidad de creer en lo trascedente.

El ser humano no sólo actúa en función de conocimientos rigurosamente racionales, también lo hace por emociones, y hasta puede actuar por impulsos ideológicos (la ideología exige adhesión de fe, es creencia fanática).

La persona es un ser inteligente, que puede y es capaz de conocer. Que es libre, y por tanto puede determinarse, frente a los demás, frente a lo demás.

            La persona humana actúa en un medio social, y según los conocimientos que posee. Lo que sabe le asegurará acierto en su conducta, o el despeñadero vital.

            El ser humano tiene varios niveles de conocimientos, escalonados y jerárquicamente armonizados entre sí.

            En él priman sus convicciones religiosas, en las que cree por adhesión voluntaria, y por ellas se conduce éticamente. Tiene conocimientos filosóficos, por los que conoce las esencias, los universales, las categorías del ser, etc. Posee conocimientos científicos, que le proporcionan beneficio por su utilidad práctica. Ejerce habilidades técnicas, las que le permitirán obtener lo útil del conocimiento científico.

            Los conocimientos religiosos, filosóficos, científicos y habilidades tecnológicas, están sostenidas por la Moral o Ética (sinónimos), que es la ciencia cuyo objeto es conocer el Bien y el Mal, para que con utilidad práctica, realizar el bien y evitar el mal.

            Hay un control ético de las religiones, un control moral de las corrientes filosóficas, hay límites morales en el uso de los conocimientos científicos y de las habilidades técnicas.

            Porque el ser humano es una persona eminentemente ética. Es un ser inmerso en la moralidad, por sus conocimientos, por sus intenciones y por sus actos.

            La coherencia es la armonía, por eso la persona ordena jerárquicamente sus conocimientos. Su memoria no es un costal de contenidos revueltos.

Todas estas razones nos conducen a calificar de muy extrañas e incomprensibles las recientes declaraciones de la Ministra de Trabajo, Ana Jara, quien se ha atrevido a decir que “la religión y las políticas públicas van por cuerdas separadas”. Con ocasión del repudio que en defensa de la vida del concebido, se viene expresando desde la Sociedad Política por la usurpación de funciones de la Ministra de Salud, al aprobar por sí y ante sí regulaciones que intentan despenalizar el delito del Aborto Terapéutico.

Las políticas públicas son expresión de las ciencias políticas, y éstas están al servicio del bien común, y deben de responder a las demandas que la población legítimamente hace al Estado

¿Para qué nuestra Constitución Política, en sus dos primeras líneas, invoca a Dios Todopoderoso? Y ¿por qué sus artículos 2-2, 2-3, 2-18, 14 y 50? Que conteste la ministra Jara.

Ella debe de pedir perdón al país. Porque ella tan sólo ejerce una responsabilidad política, y no debe de olvidar que el poder emana del pueblo, y el pueblo del Perú es creyente, porque tiene fe religiosa.

 

Publicado en el diario “La Razón”, viernes 11 de julio de 2014, pág. 6

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