jueves, 26 de abril de 2012

Canciller Roncagliolo, marxismo y DDHH


Canciller Roncagliolo, marxismo y DDHH

SERGIO TAPIA TAPIA

Director Jurídico de UnoAmérica







En el escenario del proceso que afecta a los militares a quienes debemos el rescate de los rehenes de la residencia del embajador de Japón, destaca Rafael Roncagliolo, por ser el jefe de la diplomacia peruana, cuyo rol será determinante ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, tribunal que juzgará al Estado peruano a través de la conducta de nuestros comandos.

Roncagliolo es un veterano marxista. Contó con el patrocinio de DESCO, una ONG próspera durante el régimen socialista de Velasco Alvarado.

A Roncagliolo, la Universidad de Lima le publicó en 1981 una separata titulada “Sobre el concepto de ideología”, para los alumnos de Comunicaciones. Las primeras frases impactan: “todos hablamos (y hacemos) ideología aún sin saberlo. Hay una omnipresencia de la ideología (…). No creemos, por lo tanto en la neutralidad comunicativa, ni el concepto tradicional de objetividad periodística; como tampoco en la neutralidad pedagógica”.

Luego, Roncagliolo se va en tinta en el capítulo “La Tradición Marxista”. Cita a Martha Harnecker, la chilena viuda del jefe de la inteligencia cubana Manuel Piñeiro y actual asesora política de Hugo Chávez. Además, refiere al comunista francés Louis Althusser, quien en 1980 estranguló a su cónyuge pero logró impunidad gracias a la izquierda francesa, porque su crimen fue calificado como un acto de locura.

La tramoya histórico-política es irónica para las intimidades de Roncagliolo, su viejo marxismo habrá de ceder, por tener que asumir su rol ministerial, defendiendo la causa de nuestros comandos Chavín de Huantar, y contradecir la causa de los marxistas que fueron secuestradores armados, y no víctimas de derechos humanos.

Diario “La Razón”, Lima, jueves 26 de abril de 2012, pág. 6

DDHH y comunismo camaleónico


DDHH y comunismo camaleónico

SERGIO TAPIA TAPIA

Director Jurídico de UnoAmérica






            Los marxistas, a lo largo del siglo veinte, como opositores perpetraron magnicidios y asesinatos masivos y como gobierno cometieron genocidios dantescos. Hoy, derrotados políticamente y aún deudores morosos de tan altísima criminalidad, sin embargo estos mismos marxistas conducen organismos internacionales para proteger los derechos humanos y administran justicia mundial mediante la Corte Penal Internacional de La Haya.

¿Qué está pasando? ¿Por qué las concesiones al poder destructivo del comunismo?

Beber del pozo ideológico del marxismo-leninismo, agregando opciones como el trotkismo y el maoísmo ó variantes latinoamericanas como el castro-guevarismo, es siempre embarcarse a la guerra civil para conquistar el poder político, y desde él enseñorearse totalitariamente asumiendo todas las demás expresiones del poder: económico-empresarial, social-educacional, paterno-filial, de prensa, de administración de justicia, etc. Salvo el gramcismo, que invierte la metodología de la ecuación marxista y no recurre necesariamente al uso de la violencia. Sin embargo, al igual que las demás variantes marxistas, el gramcismo también pretende fagocitar totalitariamente todos los poderes socio-político-económicos.

El siglo veintiuno transcurre bajo el control marxista de los organismos internacionales de origen demo-liberal.

Los comunistas penetran organizaciones (sindicales, partidarias y organismos de derechos humanos) para manipularlas a su antojo, en beneficio de la Revolución en la que inspiran todas sus prácticas. El SUTEP, sindicato de profesores escolares, es el ejemplo en nuestro país.

En este marco situacional aparece el caso de los Comandos Chavín de Huantar, que es un juicio de los comunistas contra el Estado Peruano, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, con el propósito de obtener una orden para que el Poder Judicial peruano procese penalmente a nuestros mejores comandos del Ejército y la Marina, quienes hace 15 años rescataron 71 rehenes sometidos por guerrilleros abanderados del comunismo. Este caso se inició porque esa Corte Interamericana ya consideró que hubo violación a los derechos humanos por nuestros soldados en perjuicio de los guerrilleros comunistas.

Impresionan los trasbordos ideológicos en los que se nos fuerza vivir, y sin que muchos se percaten de sus reales configuraciones, lo que explica que las más de las veces se adopten medidas íntegramente estériles.

Publicado en el diario “La Razón”, Lima, jueves 19 de abril de 2012, pág. 6

jueves, 12 de abril de 2012

¿Quién secuestró a los trabajadores de Camisea?

¿Quién secuestró a los trabajadores de Camisea?

SERGIO TAPIA TAPIA

Director Jurídico de UnoAmérica






            El secuestro de trabajadores del campamento gasífero de Camisea, ha sido atribuido a Sendero Luminoso, denominación organizacional que no existe y nunca existió.

            Los causantes del terrorismo en el Perú pertenecen al Partido Comunista. Se inspiran en la guerra revolucionaria que procede de la ideología marxista o comunismo; se nutren del leninismo que es la metodología marxista de la violencia para obtener el poder, y son maoístas porque desarrollan la guerra de guerrillas y practican el terrorismo para la conquista brutal y salvaje de la población por el comunismo.

¿De dónde salió el nombre de Sendero Luminoso? Se dice que fue una técnica impuesta por analistas políticos de los setenta, quienes para individualizar mediáticamente la pluralidad de partidos comunistas en el Perú, les asignaron nuevos nombres, según el órgano de prensa partidario que publicaban. Así, de nuestro sistema noticioso desapareció toda referencia a los partidos comunistas, en su lugar se mencionan seudónimos como Unidad, Patria Roja, Bandera Roja, Puka Llacta, etc.

Pero, el Partido Comunista del Perú liderado por Abimael Guzmán, no editaba ningún órgano de prensa partidario. Por lo que la asignación del seudónimo fue producto de la imaginación y creatividad de los analistas, quienes parafraseando uno de los lemas del partido: “Por el luminoso sendero de José Carlos Mariátegui”, dedujeron la sonora denominación: “Sendero Luminoso”, y la utilizaron para nominar artificiosamente a la organización revolucionaria que siembra la muerte y destrucción en el Perú. Así, se ocultó la identidad del autor del genocidio: el Partido Comunista del Perú.

Ignorar el nombre del autor es negarse a reconocer al responsable de la obra. Es una refinada técnica desinformativa. La gran mentira de los últimos treinta años ha sido culpar a Sendero Luminoso y mantener al Comunismo limpio de sus crímenes. La eufemística Comisión de la Verdad ha contribuido en causar la amnesia y la desorientación, cargando culpas estadísticas a nuestras Fuerzas Armadas y denigrando a este componente sustancial del Estado poniéndolo en el mismo nivel de criminalidad que la organización revolucionaria; culpando al inexistente Sendero Luminoso y salvando al Comunismo de toda imputación. Todo esto es muy deshonesto, porque no se puede tolerar que al Comunismo se le deje limpio de sus crímenes.

La verdad es que los trabajadores de Camisea han sido secuestrados por el Partido Comunista del Perú, no por Sendero Luminoso. Precisamente, por carecer de los diagnósticos acertados, se explica que el próximo mes de mayo cumpliremos 32 años soportando actividades terroristas, no remanentes, y sin solución de continuidad a la vista.

Diario “La Razón”, jueves 12 de abril de 2012, pág. 6

La Constitución de 1979 y el 5 de abril de 1992

La Constitución de 1979 y el 5 de abril de 1992

SERGIO TAPIA TAPIA

Director Jurídico de UnoAmérica





            El recordado Julio Vargas Prada, tras ser secretario del Consejo de Ministros de la Junta Militar de Gobierno de 1962-1963, fue embajador político del primer gobierno de Fernando Belaunde (1963-1968) y parte del gobierno del general Velasco, afirmó desde su experiencia personal y en el estilo que acostumbraba que “en el Perú todos somos golpistas”. Ofrecía, para probarlo, la lista de los más conspicuos “demócratas” del siglo veinte, y su puntual señalamiento de la participación que habían tenido en los sucesivos gobiernos militares de origen golpista. El testimonio histórico-político de Vargas Prada es demoledor. Efectivamente, en el Perú, muchos que se hacen estimar demócratas han sido pro-golpistas cuando les ha convenido.

Hoy, 5 de abril, no se olvida aún el acto político de Alberto Fujimori que dio por concluida la vigencia de la Constitución de 1979. Ésa de la que algunos de sus autores creyeron haber aprobado “la constitución del siglo veintiuno”; pero descartada en 1992 ni se asomó al nuevo siglo.

            La Constitución de 1979 fue el colofón jurídico-político de una Nación que había padecido 12 años de autoritarismo, pero no de los militares, sino el autoritarismo inspirado por el socialismo.

La autoría ideológica de la Constitución de 1979 fue producto del cabildeo de tres bloques ideológicos: 39% socialdemócrata, 32% marxista-leninista y 29% demo-liberal. El resultado fue un texto “socialistón” que impedía la des-estatización de la economía, la defensa de la Nación contra la agresión guerrillera-terrorista de los comunistas y la des-burocratización del Estado.

            Su redacción careció de calidad y falta de síntesis. Fue elaborada por comisiones autonómicas que se desoyeron entre sí, resultando un texto innecesariamente largo, lamentablemente confuso y terriblemente contradictorio. Lo que causó entrampamiento entre los poderes y organismos del Estado en las tres administraciones que gobernaron bajo su vigencia, y su baja fue motivada por graves razones de gobernabilidad.

            La Constitución de 1979 tuvo casi 12 años de vigencia. El promedio de vigencia de nuestras cartas fundamentales es de 10 años. La de 1979 se mantuvo dentro de dicho promedio.

La de más larga vigencia ha sido la Constitución de 1860, cuya asamblea fue presidida por el gran Bartolomé Herrera, sacerdote, Patrono de la Educación Peruana y posterior Obispo en Arequipa. Es la constitución que rigió para el cambio de siglo hasta 1919. Tuvo períodos de interrupción como el breve retorno revolucionario de inspiración liberal de 1867 y la guerra con Chile de 1879, pero renació con vigor permaneciendo casi 60 años. En contraste, la de más breve vigencia fue la Constitución de 1826, promulgada por Simón Bolívar, a la que insensatamente denominó la “Vitalicia” pero que ni siquiera llegó a tener dos meses de vigencia.

Publicado en el diario “La Razón”, Lima, jueves 5 de abril de 1992, pág. 6
http://www.larazon.com.pe/online/indice.asp?tfi=LROpinion02&td=05&tm=04&ta=2012