jueves, 12 de abril de 2012

La Constitución de 1979 y el 5 de abril de 1992

La Constitución de 1979 y el 5 de abril de 1992

SERGIO TAPIA TAPIA

Director Jurídico de UnoAmérica





            El recordado Julio Vargas Prada, tras ser secretario del Consejo de Ministros de la Junta Militar de Gobierno de 1962-1963, fue embajador político del primer gobierno de Fernando Belaunde (1963-1968) y parte del gobierno del general Velasco, afirmó desde su experiencia personal y en el estilo que acostumbraba que “en el Perú todos somos golpistas”. Ofrecía, para probarlo, la lista de los más conspicuos “demócratas” del siglo veinte, y su puntual señalamiento de la participación que habían tenido en los sucesivos gobiernos militares de origen golpista. El testimonio histórico-político de Vargas Prada es demoledor. Efectivamente, en el Perú, muchos que se hacen estimar demócratas han sido pro-golpistas cuando les ha convenido.

Hoy, 5 de abril, no se olvida aún el acto político de Alberto Fujimori que dio por concluida la vigencia de la Constitución de 1979. Ésa de la que algunos de sus autores creyeron haber aprobado “la constitución del siglo veintiuno”; pero descartada en 1992 ni se asomó al nuevo siglo.

            La Constitución de 1979 fue el colofón jurídico-político de una Nación que había padecido 12 años de autoritarismo, pero no de los militares, sino el autoritarismo inspirado por el socialismo.

La autoría ideológica de la Constitución de 1979 fue producto del cabildeo de tres bloques ideológicos: 39% socialdemócrata, 32% marxista-leninista y 29% demo-liberal. El resultado fue un texto “socialistón” que impedía la des-estatización de la economía, la defensa de la Nación contra la agresión guerrillera-terrorista de los comunistas y la des-burocratización del Estado.

            Su redacción careció de calidad y falta de síntesis. Fue elaborada por comisiones autonómicas que se desoyeron entre sí, resultando un texto innecesariamente largo, lamentablemente confuso y terriblemente contradictorio. Lo que causó entrampamiento entre los poderes y organismos del Estado en las tres administraciones que gobernaron bajo su vigencia, y su baja fue motivada por graves razones de gobernabilidad.

            La Constitución de 1979 tuvo casi 12 años de vigencia. El promedio de vigencia de nuestras cartas fundamentales es de 10 años. La de 1979 se mantuvo dentro de dicho promedio.

La de más larga vigencia ha sido la Constitución de 1860, cuya asamblea fue presidida por el gran Bartolomé Herrera, sacerdote, Patrono de la Educación Peruana y posterior Obispo en Arequipa. Es la constitución que rigió para el cambio de siglo hasta 1919. Tuvo períodos de interrupción como el breve retorno revolucionario de inspiración liberal de 1867 y la guerra con Chile de 1879, pero renació con vigor permaneciendo casi 60 años. En contraste, la de más breve vigencia fue la Constitución de 1826, promulgada por Simón Bolívar, a la que insensatamente denominó la “Vitalicia” pero que ni siquiera llegó a tener dos meses de vigencia.

Publicado en el diario “La Razón”, Lima, jueves 5 de abril de 1992, pág. 6
http://www.larazon.com.pe/online/indice.asp?tfi=LROpinion02&td=05&tm=04&ta=2012

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