sábado, 31 de agosto de 2013

Nuestro infortunio político


Nuestro infortunio político

SERGIO TAPIA T.



 

Cada lustro adviene al poder un sector de nuestra desestructurada clase política. Y, lo hace con pretensiones de conducir el país como novedosos descubridores, emulando torpemente a Francisco Pizarro. Aducen que antes de ellos, nada ni nadie ha gobernado bien. Y, con vil costumbre, no continúan la obra iniciada por el gobierno que antecedió, y denuestan perversamente en agravio de los funcionarios que los precedieron.

Es la característica de liberales y rojo-caviares. Aunque estos últimos son inmisericordes con sus opositores: Los rojos porque los asesinan y aman la violencia; los caviares porque promueven mala prensa y manipulan los resortes fiscales y judiciales para sus venganzas políticas.

El embajador Julio Vargas Prada escribió un picaresco artículo rememorando como “nuestras” figuras “democráticas” fueron partícipes de los “cuartelazos” y golpes militares que sacuden nuestro escenario político. La lista preminentemente la integraban José Luis Bustamante y Rivero (redactor de la proclama golpista de Sánchez Cerro en 1930) y Fernando Belaunde Terry (beneficiario del golpe militar de 1962-1963).

Igualmente, los rojos y caviares se han beneficiado de gobiernos golpistas. El del izquierdoso general Velasco Alvarado, de tan triste memoria para la economía nacional, fue mesa servida para todos los mini-partidos marxistas peruanos (1968-1975). También, en períodos “democráticos”, los caviares se han servido (en plato hondo) y han comido (con cuchara): Con Fujimori en sus dos primeros años (1990-1992), los ocho meses de transitoriedad de Paniagua (2000) seguido por la presidencia de Toledo (2001-2006). Y, para ser completo no omito que los caviares “picotearon” porciones del poder durante los dos gobiernos de Alan García (1985-1990 y 2006-2011).

Aliarse con los rojos o con los caviares, no es políticamente aconsejable. Porque en el poder sólo emprende su propia agenda, sirviéndose de los tontos útiles que los convocan.

La izquierda marxista peruana padece divisionismo, disuelve sus líderes y militantes en variopintos mini-partidos, pero en perspectiva ideológica logran constituir un movimiento revolucionario, triplemente peligroso: (1) A corto plazo compromete la Seguridad Nacional por su inclinación a las vías violentas; (2) A mediano plazo causa desdichas socio-económicas por su terquedad ideológica; (3) A largo plazo son el caos socio-cultural, el que con experticia siempre producen.

            Ollanta Humala es responsable de dos campañas electorales virulentamente revolucionarias y demagógicas (2006 y 2011). De ambas surgieron parlamentarios radicales, rojos, no caviares. Pero, la presidencia la ganó, en el 2011, porque un sector liberal lo prefirió desechando el fujimorismo. Para gobernar, Humala se distanció de los extremistas rojos y se rodeó de los caviares.

El fujimorismo perdió electoralmente en el 2011 a pesar de tener caudal popular propio. Pero, su campaña electoral no fue capaz de superar el desdibujamiento causado por las campañas que lo enlodan con la corrupción. Siendo que el decenio gubernamental fujimorista (1990-2000), es el único período político juzgado por corrupción, que no ha sido práctica que haya caracterizado la alternancia de la partidocracia, que dejó inmune los dos períodos gubernamentales de Belaunde Terry, el gobierno militar socialista de Velasco, así como la administración de Toledo.

Publicado en el diario “La Razón”, Lima, viernes 23 de agosto de 2013, pág. 8

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